




Low, Atlas Sound, Pixies, Grizzly Bear, The Fall. Fotos: Scanner FMBajo los efectos anestesiantes de los fármacos, las miserables condiciones de las compañías aéreas al abrigo de ese junco semiquebrado Selu, vuelta a la tierra prometida, aquella promesa de una Europa que parecía ser contagiosa y se quedó donde debía estar...
Mark Smith derrochando altanería y chulería
made in Britain, bien acompañado, como siempre, para que le toquen las teclas al abuelo. Susi y los viejos.
"Give me change, give me change", jaleaba el ingenio sureño...
La lluvia caía como complemento perfecto a unos
XX desinflados y timoratos, canciones bellas que corren el riesgo de quedarse en un preciosista vacuo ejercicio de estilo. Acuoso
Men in Black. Los
Pony Bravo, a los postres, convencían con un estilo tan personal como peligrosamente unido al conservadurismo reaccionario andaluz, sin riesgo no hay sustancia, o veneno.
The Big Pink, insanamente entretenidos, dieron el cerrojazo a un pelotón que hacía aguas por todos lados.
Pavement a media luz, suelten lastre. Adiós a
Tortoise, Fuck Buttoms y los energéticos
Delorean porque yo lo valgo.
Resaca catárquica en el apacible Poble Nou, la segunda casa, bien impregnado de esa arquitectura que conjuga el atractivo de lo antiguo con el
touch contemporáneo, más allá de las abruptas invasiones bárbaras...
Reconciliación con el Auditori, como servidor, arisco por fuera, inconmensurable por dentro. (Selu) Baños ADR, pantone 123, el tiempo amarillo que todo lo tamiza. La dulce voz de
Hope Sandoval mientras la falta de decoro y respeto del respetable hacía sus entradas y salidas... Síndrome de Stendhal festivalero. De nuevo a hacer cola,
els colets, pudiéndonos haber colado, como corresponde a nuestro caché. Otra vez lo volvieron a hacer estos tres, otra lección magistral a tanta impostura. Lluvia dorada. Bajo, batería (
Mimima), guitarra que por sortilegio reverberaban en la cueva azul como una enorme orquesta. El gran destructor acabó en una hora con cualquier cosa que pudiera ofrecernos San Miguel de las alturas. Conteniendo las lágrimas, agarrando el brazo de Su-Mimi, contemplando atónitos, heridos de muerte tristeza, cómo aparecía lentamente ese amanecer apocalíptico, mientras la Parker nos hacía los coros más bellos jamás escuchados y recogía el pañuelo con suma precisión...
Coco- pose,
Wilco,
Marc Almond,
Cold Cave y
Yeasayer pasaron como una promesa de una ex, hasta que aparecieron los viejos zorros de Frank, Kim, Joey y el incombustible Dave, deuda pendiente entre hermanos, hermanita ven conmigo, desde la segunda mitad de los ochenta.
Debaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaseeeeeeeeeeeeeeerrrr!!!!!. Después del oído, la voz. Nen, bajo mínimos.
A la mañana empatizo con
When I go Deaf, aturdido por el extraño ritmo de los días, volviendo al Auditori, en busca de la misma magia que una Clare no supo razonar. Mi querido Bradford, arropado por un reducido número de fieles incondicionales, nos sedujo con verdaderas gemas desprovistas de adorno, un ejemplo de rectitud ante la adversidad personal:
And when we die we'll bury ourselves. Cómo duele Sheila.
Sian Alice Group y
Florence parecen seguir una onda
Bat for Lashes que coquetea demasiado con el
mainstream. Mea burro. Mejor los primeros sin la lacia del Peloponeso.
Kill all the hyppies... Los ositos Grizzly mejoraron una noche de reencuentro Selúrico, con esos adictivos juegos vocales que parecen sacados de otra época, comandados por el primo rumano de Brody.
I am, you are, Sheeeee. Gary o el Ozzy Osbourne queriendo ser Tokio Hotel: qué diantres hacía en el Primavera la sombra de lo que fue. Más Frost que Pet: el gangoseo nasal amanerado que manosea los tópicos arquetípicos del amor con coreografías de instituto... Así que mi querida Su-fridora y yo acabamos las existencias de San Miguel en el bailongo
mise en scène de
The Field...
pissing, maltrechos con el recuerdo de Alan y señora, en el mejor de los festivales posibles.
Primavera Sound. Mayo 2010. Barcelona