martes, 5 de octubre de 2010

Presente imperfecto
















Tengo veneno en las venas y sólo acierto a rechazar a este mundo falso e hipócrita. No puedo comportarme de otra manera y tampoco quiero cambiar acabando como todos. No nací para ser siervo de nadie.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Somos esclavos de nosotros mismos:De nuestras filias y fobias,de nuestros sentimientos,de nuestros miedos y de nuestros placeres.La naturaleza humana es así,y sólo el que lo deja todo,el eremita,el que no necesita NADA,...¿nada?,¿queda alguien por ahí...?,ese ser impredecible,puede rozar con los dedos,en alguna ocasión,el extraño sentimiento de la libertad absoluta.
Las cadenas,si son admitidas y queridas,tampoco duelen tanto.Hay para todos los gustos.En eso se fundamenta el amor al prójimo.

Antonio D. Resurrección dijo...

No comparto esa idea romántica del eremita como súmmum de la felicidad, así como esa tendencia totalista y alienante del "amor al prójimo" sin paliativos ni restricciones (en los tiempos que corren resulta de una imprudencia temeraria).
Ideas todas ellas, tan caras a la tradición judeo-cristiana que, por otro lado, ha demostrado en numerosas ocasiones, a lo largo de la historia, lo que de verdad escondían sus respectivos negocios.. perdón, iglesias.

Las cadenas, mejor, en otros contextos, más sensuales, más honestos.

Anónimo dijo...

No te comportes de otra manera. Ir a contracorriente tampoco es algo nuevo. Seguramente no sea lo más cómodo, por eso somos minoría. Afortunadamente.