Ad astra per aspera

La caja del diablo. Comunicación audiovisual. 2013

El paso tranquilo, recto y afinado. Silbando "The Bluebell Wood" por las calles caprichosas y abandonadas del eterno sur. Cada día más fuerte, repleto de la energía que sólo puede otorgar la creencia en las cosas bellas y sinceras. La grandeza de un corazón henchido de esperanza y certeza. Los recorridos fueron dubitativos, abruptos, desabridos: hitos alambicados, múltiples ocasiones anegadas de incertidumbre, destellos ilusorios de posibilidades. Si la regeneración se armó de una entereza paciente con el discurrir del tiempo, el re-conocimiento de la oscilación de los ciclos, aquí llegaron los intereses reduplicados en una vitalista explosión de confianza en el futuro. Ad astra per aspera.

"En este mundo peligroso tenemos que estar juntos". "El magnetismo". Él mató a un policía motorizado. 2012

El progreso

La caja del diablo. Comunicación audiovisual. 2013

Palidecieron los cuerpos al sonido de las puertas que se cerraban.
Volvieron a palidecer los cuerpos al sonido de las puertas que se abrían.
Nunca se está del todo preparado para las vicisitudes de la vida...
Y las miradas se convirtieron en puro torrente de energía en medio de una oscuridad infinita.
Y crecieron las ramas, lentamente, desde los tobillos hasta las sienes, envolviendo la frágil superficie, dotándola de la suficiente capacidad como para reflejar las virtudes de los rayos luminosos. De nuevo, un crecimiento ramificado, cada vez más tupido, cada vez más consistente, la evidente constatación de un vínculo imperecedero.

"Esta noche me despierto y pienso en el tiempo perdido.
Cuántas noches me despierto y pienso en el tiempo perdido.
Quiero mirarte y que me mires.
Quiero hablarte y que me mires.
Quiero mirarte y que me mires, que me mires.
Ya nada va a ser igual, vos no vas a ser igual.
El fin de las vacaciones, de las mejores".
 "El fuego que hemos construido". Él mató a un policía motorizado. 2012

Enmudecer

La caja del diablo. Comunicación audiovisual. 2013

Perder la voz, afonía eufórica de un permanente estado de felicidad explicable, inteligible. Acaso las marcas del camino faciliten la certeza, la confianza en una verosimilitud muy pareja a la experiencia de lo real. Ninguna mancha o nubarrón destacable que empañe ese diáfano cielo extendido ilimitadamente, ningún coyuntural reflejo opaco que trastoque un estado de gracia ajeno a la vulgar podredumbre de la animosidad mundana, el recelo de los desafortunados. Esos que habitan de manera provisional o perenne en el otro lado.
Quizás los ojos de la experiencia se hayan vuelto condescendientes, quizás sepamos discernir, a estas alturas del proceso, lo verdaderamente esencial o valioso dentro de las limitaciones de cada cuerpo. El elixir de días fugaces que realimentan la brevedad en intensidad pasional veraz.