Jan Ole Gerster. "Oh Boy". 2012 |
Más intensa que la propia erosión de los procesos vitales biológicos resulta ser la claudicación del itinerario personal. Por profunda, cobarde y silente. El deterioro conceptual de los muchos que han llegado a ese callejón sin retorno, en una oración pasiva desprovista de la oportuna (auto)crítica o manifestación explícita, supera con creces la finitud de lo físico.
En esa transición lenta pero implacable se escenifica, con prodigiosa precisión, la asunción de la pérdida de aquella vocación trascendental (la coherencia del joven compromiso), extravío absoluto de toda identidad singular en el individuo. Indiferenciación en la gran masa colectiva, dotada de un insaciable apetito, que anhela la neutralización de cualquier elemento disonante. Las personas "de bien" practican una falsa deriva provista de los ojos más tristes que se puedan contemplar.
De esta suerte, el sujeto se muestra despojado de los elementales fundamentos del motor existencial. La desesperada asunción de la derrota interior que resulta ser la de un consenso colectivo sordo demoledor.
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