viernes, 17 de junio de 2016

Valentía

Andréi Tarkovsky. "Offret". 1986
















Según sesudísimos y contrastados estudios, la gente está harta de los políticos, de la política y de ir a votar. Sinceramente, no sé qué titánico esfuerzo implica comprometerte con tu sociedad, con tu país, participar democráticamente en su desarrollo, pero da la sensación de que se interpreta a la ciudadanía como si fueran nenes pequeños protegidos en exceso, incapaces de responsabilizarse lo más mínimo, faltos de la más elemental autonomía ¿Lo son de verdad? Supongo que es lo que más interesa creer y así se promueve.
¿Es tan grave, tan doloroso soportar otras elecciones e ir a votar? ¿No resulta más gravoso mostrarse indolente o connivente con la corrupción o las estrategias políticas que destrozan los derechos más elementales democráticos? ¿De verdad creemos que refugiándonos en nuestras casas todo se aclarará? ¿Cabe aquí el "mientras no me toquen mis cuatro miserables cosas" como moneda "solidaria" y hasta insensata? ¿Falta vehemencia en nuestra vida cotidiana? Mal asunto, mal asunto.
El axioma que Anguita repite en su habitual discurrir reflexivo es una prueba evidente en el análisis del pelaje de los españoles. Él nunca ha pretendido solucionar(les) los problemas, él siempre ha aspirado a ayudarles para que ellos mismos participen en solventarlos y es precisamente este detalle el que muchos parecen desdeñar. La responsabilidad es un vector de doble dirección y, al fin y al cabo, como decía Montand, "Aunque no te ocupes de la política, ella se ocupará de ti". Para la Democracia, como para cualquier detalle de la vida, hay que estar preparado (o prepararse) y tener la tenacidad de una experiencia vital auténtica, completa. Sean valientes.

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