La perdurabilidad de los afectos, como un estigma que no encuentra cauterización, abandonados al devenir de los fuegos fatuos. Nocturnidad y alevosía convertidos en luces desenfocadas a modo de hitos en la travesía, el flirt "leve como una pluma", vaivén pendular de una permanente intermitencia sentimental. Contundente mecánica popular arrastrada por un reloj biológico que no deja de recordarnos lo lejos que quedamos de un destino próximo a aquella euforia especular que nos hizo soberanos otrora. Pero cuanto más incidimos en esa memoria ensuciada por la epifanía aciaga de los acontecimientos, más cristalina se torna la idea de un paraíso perdido merced a la negligencia de los presuntos arrebatos pasionales (espejismos de lo "real"). Esas adicciones, malos hábitos, que terminarán por destruir cualquier posibilidad de construcción. El síndrome de Penélope mil veces repudiado mientras las olas barren las huellas de los pies. Even Over, I'm not Done…
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