La caja del diablo. Comunicación audiovisual. Cabo Roche. 2013 |
En esos tramos de la existencia en los que el deambular se torna ligero, acelerado, cuando la motivación está próxima a optimizar el rendimiento cerebral y el mundo de las emociones consiguen re-estimular la necesidad de futuro, sólo entonces los ciclos vitales se re-generan y el senso discursivo crece exponencialmente.
Qué expectativas vivenciales se plantean aquellas personas que antes de que surja alguna oportunidad se preparan a negarla. Desde mi clásica perspectiva, con un considerable porcentaje nihilista, no es posible la empatía o el amor sin vocación de futuro, al abrigo del análisis objetivo y la crítica constructiva.
Más allá de que puedan tener la razón en según qué casos, resulta una posición inaceptable y falsamente íntegra, in-creíble. La determinación reaccionaria y pusilánime de una cobardía apenas disimulada, una cobardía miserable vital.
La decepción es el resultado de una aspiración frustrada, secuelas del complejo juego existencial que no siempre es grato y que hay que asumir con denuedo. En cambio, la indiferencia, esa lacra que esclerotiza al individuo, es la promesa certera de un mundo diferido, minusválido.