miércoles, 12 de diciembre de 2018

La deca-dance o el lenguaje de las plantas

 Michelangelo Antonioni. "La notte". 1961
Un verde clorofila arruinado, desvaído, sobre la apariencia de una pigmentación en descontrol, la inquietante laxitud de una arquitectura extrañada, sin pérdida aparente de su grácil fisonomía. Aquel elegante objeto de deseo curvilíneo que guarda las formas en los asuntos exteriores, acicalado cosmético de reclamo kabuki, la seductora sonrisa decadente de meretriz decimonónica.
Se trata de la famosa pantalla-tamiz ennegrecida por un irrefrenable moho expansivo, el truculento comienzo de la fatalidad.
Del silencioso runrún que marca pausadamente el inexorable destino del desarreglo, la sobreproducción de empatía como síntoma patológico de una desesperada necesidad de proximidad auto-afirmativa, triste llamada de socorro de un organismo moribundo sobre su propia parcela de desatinos y temeridades, en el interior de un funcionamiento descompensado. El porte desairado de aquella planta en pleno proceso de desaparición, de disolución definitiva en la previsible vulgaridad de lo común.

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