André Delvaux. “Rendez-vous à Bray”. 1971
“My little bird has lost its feathers
feathers of wood
feathers of iron…”
“… Peace will come, and peace will come, and peace will come in time
Time will come, and time will come, a time will come for us…”
“… Oh, glass house
Forgive me, forgive me
Let's say what I don't need
For I'm ever the fool, you know
Excuses, excuses
My hands, it's good, this time
But my mouth is an idiot…”
Soñar el sueño como ilusión ilusionable, la aspiración a desconectar de un mundo privado de enajenación y trastornos. Las cuentas que restan saldar desde la noche de los tiempos porque palmariamente la noche carece de potestad y capacidad (no).
Ningún mito, superchería o exorcismo conseguirán suplantar la res-ponsabilidad, la implicación, la asunción de culpa y compromiso, el consecuente
Dasein equilibrado. Aquellas manifestaciones de un servilismo categórico ante lo salvaje e impredecible como penosa coartada banal. Una suerte de huida hacia adelante de inevitable callejón sin salida. Esa cobardía automatista (sí).
La razón es un balcón sureño bañado por el sol, omnímodo, radiante en su plenitud sin trazas mágicas, en su racionalismo poderoso. Y sin embargo, qué bella poesía en lo onírico envuelto del halo luminoso de la clari-videncia y la verosimilitud, en la quietud de lo evidente. Soñemos con la razón en la mesita de noche, todos los “tú y yo” posibles (quizás). Los campos magnéticos.