Wim Wenders. "Paris,Texas". 1984
Travis asume un dolor desconocido y a la vez propio, alguna culpa pendiente de expiación para poder seguir sobreviviendo más que para reflotar un pasado que, herido de muerte, ofrece un estado agónico, donde el único consuelo es cierta melancolía descafeinada, paliativo agridulce para quien, en algún momento de su historia, fue feliz sin contratos ni responsabilidades extremas. La fuerza de su singladura reside en la sospechosa empatía que desprende. Nada nunca pudo ser lo mismo.
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