lunes, 25 de julio de 2011

Eremita


















Luis Buñuel. “Simón del desierto”. 1964

La plenitud de la rutina, dejándose llevar por la sistemática de lo cotidiano, en su versión más acogedora, frecuentemente mal ubicado en el sospechoso ámbito de lo burgués. Actuando según las directrices que han sido predeterminadas, obedecer a la cabeza más que al impulso, ardua tarea no exenta de peligros: el constante reclamo del, tan extendido, espíritu laxo, inestablemente fluctuante, enajenado de sus propias responsabilidades. El sentido del deber, asimilado como propio, auto-impuesto. Llámese el eros de la disciplina, saberse dueño y señor de tus propias acciones, más allá de los pre-juicios lingüísticos-sociales, más acá de los códigos únicos, elaborados personalmente con inusitado frenesí. La potencia con (auto) control reporta placeres indescriptibles a la identidad que revierten reduplicados en nuestros sentidos (in) confesables.

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