Wim Wenders. “Der Amerikanische Freund”. 1977
“… Hey I am just a city boy
And really not the country kind
Oh I need the city streets
And I need your light
To see bend comin' round the bend
The train comin' round the bend…”
“… And I'm out of nowhere
Takin' me back where I belong
I've been here once
And I don't take it tonight
For the train comin' round the bend
The train comin' round the bend
Oh alright!…”
Desde la tierra de nadie. Ese desapego, a veces vertiginoso, de no pertenencia, de libertad indiscriminada sin pasado ni presente. Puro vértigo existencial, el verdadero miedo al miedo, a la des-ubicación y des-locación. Die Angst des Tormanns beim Elfmeter, la cartografía de un itinerario doméstico bajo la perspicaz supervisión del dios urbanista. Un palmario fenómeno concatenado de desviación de supervivencia. Prot-agónico.
Al otro lado de la frontera, bajo la oscuridad de las lentes negro oliva. Pegado a la ventanilla-filmkamera, entre parajes desabridos de rastrojos y excrecencias de la gran metrópoli. Tierra yerma devastada, bastardos campos de cultivos del vacío, convenios proxenetas y depauperados polígonos de la alienación. Aquellos hijos del agobio y la miseria desde la marginalidad, en los márgenes, al margen. Todo lo que queda renuente a la voluntad, a la necesidad, todo lo desechado y lo que viene a ser almacenado, usado, gastado, desperdiciado. En los aledaños de poblaciones y edificaciones maltratadas por un sol estival sin atender a razones indulgentes. La periferia no-man's-land que encabalga el irreversible recorrido hacia a place called home.
Y es en el regreso a la ciudad proverbial, tan marcadamente distante, tan ajena a los peregrinos avatares en aprendices y aspirantes a estrella. De guiones manoseados, puerilizados a base de repetición y diferencia. La cinematográfica urbe del desasosiego, el angst post-capitalista. The Turn of the Screw. La ciudad, como marco indefectible que posibilita el efecto gestalt reversible de figura y fondo... Una pantomima de bambalinas y cartón-piedra que sepulta y relativiza la levedad de aquellas penitencias en un lenguaje puramente vernacular.
El vano de la puerta, la sombra protectora de lo inmediato reconocible. El pétreo granito madrileño. Giro de muñeca, muñecas. Oh alright!…
“… Hey I am just a city boy
And really not the country kind
Oh I need the city streets
And I need your light
To see bend comin' round the bend
The train comin' round the bend…”
“… And I'm out of nowhere
Takin' me back where I belong
I've been here once
And I don't take it tonight
For the train comin' round the bend
The train comin' round the bend
Oh alright!…”
Desde la tierra de nadie. Ese desapego, a veces vertiginoso, de no pertenencia, de libertad indiscriminada sin pasado ni presente. Puro vértigo existencial, el verdadero miedo al miedo, a la des-ubicación y des-locación. Die Angst des Tormanns beim Elfmeter, la cartografía de un itinerario doméstico bajo la perspicaz supervisión del dios urbanista. Un palmario fenómeno concatenado de desviación de supervivencia. Prot-agónico.
Al otro lado de la frontera, bajo la oscuridad de las lentes negro oliva. Pegado a la ventanilla-filmkamera, entre parajes desabridos de rastrojos y excrecencias de la gran metrópoli. Tierra yerma devastada, bastardos campos de cultivos del vacío, convenios proxenetas y depauperados polígonos de la alienación. Aquellos hijos del agobio y la miseria desde la marginalidad, en los márgenes, al margen. Todo lo que queda renuente a la voluntad, a la necesidad, todo lo desechado y lo que viene a ser almacenado, usado, gastado, desperdiciado. En los aledaños de poblaciones y edificaciones maltratadas por un sol estival sin atender a razones indulgentes. La periferia no-man's-land que encabalga el irreversible recorrido hacia a place called home.
Y es en el regreso a la ciudad proverbial, tan marcadamente distante, tan ajena a los peregrinos avatares en aprendices y aspirantes a estrella. De guiones manoseados, puerilizados a base de repetición y diferencia. La cinematográfica urbe del desasosiego, el angst post-capitalista. The Turn of the Screw. La ciudad, como marco indefectible que posibilita el efecto gestalt reversible de figura y fondo... Una pantomima de bambalinas y cartón-piedra que sepulta y relativiza la levedad de aquellas penitencias en un lenguaje puramente vernacular.
El vano de la puerta, la sombra protectora de lo inmediato reconocible. El pétreo granito madrileño. Giro de muñeca, muñecas. Oh alright!…
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