Rainer Werner Fassbinder. “Welt am Draht”. 1973
“… À l'évidence
Je vais payer pour mon imprudence
Regarder la lumière
Regarder la lumière
Un seul pied sur la terre
Et l'autre au paradis…”
El mal que aborda a un amplio colectivo que se acrecienta a un nivel exponencial, la gran mancha de petróleo en un océano de indiferencia y determinismo fatalista desprovisto de cualquier vocación nihilista, de cualquier fundamentación filosófica (qué carajo, ni de coña).
Ese mal cada vez más asentado y victorioso, en una sociedad presta a la estulticia más entusiasta, está convirtiendo la existencia en una suerte de mecánicos reflejos convenientemente orquestados, rápidamente asumidos y asentidos. La plácida connivencia de un gran mancha social silente y complaciente. Como la tinta de un tatuaje, permanente pero carente del brillo, del esplendor de la frivolidad caprichosa de la novedad. Un abarrotado cajón de las cosas (pretendidamente) olvidadas. Sonamos, sí. Venimos sonando.
“… À l'évidence
Je vais payer pour mon imprudence
Regarder la lumière
Regarder la lumière
Un seul pied sur la terre
Et l'autre au paradis…”
El mal que aborda a un amplio colectivo que se acrecienta a un nivel exponencial, la gran mancha de petróleo en un océano de indiferencia y determinismo fatalista desprovisto de cualquier vocación nihilista, de cualquier fundamentación filosófica (qué carajo, ni de coña).
Ese mal cada vez más asentado y victorioso, en una sociedad presta a la estulticia más entusiasta, está convirtiendo la existencia en una suerte de mecánicos reflejos convenientemente orquestados, rápidamente asumidos y asentidos. La plácida connivencia de un gran mancha social silente y complaciente. Como la tinta de un tatuaje, permanente pero carente del brillo, del esplendor de la frivolidad caprichosa de la novedad. Un abarrotado cajón de las cosas (pretendidamente) olvidadas. Sonamos, sí. Venimos sonando.
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