Christopher Honoré. “Les Bien-Aimés”. 2011
“… Now you're rolling in the dirt
Playing up to what you're worth
And we know what freedom brings
The awful songs it makes you sing…”
“… And all of this black magic
Is floating in the air
Where the rivers come together
A million miles away
It's strange and makes you wonder”
Abandona, olvida el par de zapatos, como quien declina la esperanza de su legado, el testimonio del joie de vivre, fortuna del gozo y el placer, en la unión de unos lazos sexuales que siempre tendrían que haber fortalecido aquel vínculo sentimental, en el desánimo de quien reconoce la concluyente podredumbre de sus raíces, la categórica resolución de su impostura.
Aquel calzado trasciende el concepto de propiedad y condena a quien antepone la simple pertenencia al simbolismo fetichista de su posesión, la asunción plena de su identidad. Jalonados de una interminable cadena de presentes, testimoniales del legado honesto emocional de quien los ofreció y el miserable egoísmo de quien los disfrutó. Esa objetualidad hechizada que causa el efecto de condena infinita, sortilegio de una perpetua y oportuna maldición.
“… Now you're rolling in the dirt
Playing up to what you're worth
And we know what freedom brings
The awful songs it makes you sing…”
“… And all of this black magic
Is floating in the air
Where the rivers come together
A million miles away
It's strange and makes you wonder”
Abandona, olvida el par de zapatos, como quien declina la esperanza de su legado, el testimonio del joie de vivre, fortuna del gozo y el placer, en la unión de unos lazos sexuales que siempre tendrían que haber fortalecido aquel vínculo sentimental, en el desánimo de quien reconoce la concluyente podredumbre de sus raíces, la categórica resolución de su impostura.
Aquel calzado trasciende el concepto de propiedad y condena a quien antepone la simple pertenencia al simbolismo fetichista de su posesión, la asunción plena de su identidad. Jalonados de una interminable cadena de presentes, testimoniales del legado honesto emocional de quien los ofreció y el miserable egoísmo de quien los disfrutó. Esa objetualidad hechizada que causa el efecto de condena infinita, sortilegio de una perpetua y oportuna maldición.
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