Claude Chabrol. “L’Oeil du malin”. 1962
“… You're the only friend I need
Sharing beds like little kids
And laughing 'til our ribs get tough
But that will never be enough…”
“… Pregunté a un par de sociólogos cuál es el coste… de la mentira. No encontré una respuesta clara. Pensé si es que estaba mal la pregunta. Que a lo mejor debería ser cuál es el coste… de decir la verdad”.
¿Por qué mentimos? ¿Por qué mantenemos la falsedad? Porque el valor y efecto de la verdad es tan colosal, tan inabarcable, que la tendencia más socorrida es evitar esa responsabilidad esencial. Es un mundo fundamentado (siempre lo fue en distintas versiones de lo mismo) en imposturas, reflejos, virtualidades y simulaciones de las que resulta prometeico sustraerse si no se quiere jugar con “desventaja”. Existe gente que la sostiene como falla, que la asume dignamente y gente que se abandona con fruición al rentable movimiento de la farsa. El sujeto humano que cree saber quién no es y que desconoce alevosamente quién realmente es.
“… You're the only friend I need
Sharing beds like little kids
And laughing 'til our ribs get tough
But that will never be enough…”
“… Pregunté a un par de sociólogos cuál es el coste… de la mentira. No encontré una respuesta clara. Pensé si es que estaba mal la pregunta. Que a lo mejor debería ser cuál es el coste… de decir la verdad”.
¿Por qué mentimos? ¿Por qué mantenemos la falsedad? Porque el valor y efecto de la verdad es tan colosal, tan inabarcable, que la tendencia más socorrida es evitar esa responsabilidad esencial. Es un mundo fundamentado (siempre lo fue en distintas versiones de lo mismo) en imposturas, reflejos, virtualidades y simulaciones de las que resulta prometeico sustraerse si no se quiere jugar con “desventaja”. Existe gente que la sostiene como falla, que la asume dignamente y gente que se abandona con fruición al rentable movimiento de la farsa. El sujeto humano que cree saber quién no es y que desconoce alevosamente quién realmente es.
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