
Antonio D. Resurrección. "La vuelta de Ulises". Serie interferencias. Fotografía. 100 x 70 cm. 1999Se podría adivinar un futuro totalmente consensuado, concretado desde la asunción de la certeza más absoluta en tiempos de cólera. Cabría la posibilidad de respirar hasta el infinito, el pecho henchido de orgullo y determinación, desde el convencimiento de
no actuar conforme a una respuesta, a los efectos perniciosos que contaminan nuestras vidas, infiltrados bajo el señuelo del afecto y el bien personal (el que creen ofrecernos las vendedoras de romero). La menos adecuada opción de las posibles, la más común de todas, acción y efecto, y, así, el sujeto termina siendo víctima de su propia trampa, arrastrado por el devenir de los acontecimientos, totalmente plegado a un ritmo ajeno y enajenante.
Cabría pensar que
no se debe actuar conforme a una respuesta, equiparable a ese abominable hábito de "dejarse llevar", no conceder a la locura más espacio que el suyo propio. Correr más rápido sin mirar hacia atrás.
Esas sirenas de la isla de Lemnos (donde habitó el "feo" Gainsbourg que consiguió casarse con la más bella de las diosas: fuego camina conmigo) desatan nuestras cuerdas y liberan una conciencia mermada por el rencor y el deseo, a la espera de la Resurrección del sistema operativo, capaz de prescindir y de abrirse, a la vez, hacia nuevos horizontes, sin descanso alguno. El ejército sorprendido en su vanguardia por el manto blanco invernal, con las articulaciones hundidas en un mar de hielo, camina lento pero vehemente, con la fuerza que otorga la voluntad, no prestada, que emana de uno mismo, una luz imperecedera.