lunes, 28 de marzo de 2016

Manualidades

Richard Ayoade. "The Double". 2013














La Enseñanza ejerce de motor involuntario de la gran maquinaria de la simulación en una práctica rara vez cuestionada o modificada, produciendo futuros individuos desmembrados entre el espíritu ideal y su alteridad deforme. La Educación en valores, esa que se imparte en los centros educativos y en las casas, provoca un abismal contraste entre lo que se instruye y lo que suelen ejemplarizar los dirigentes y poderes fácticos, bien determinados a través de lo que ellos tienden a justificar como "inevitables dinámicas políticas", asumiendo el "nada es perfecto en política" como cínica arma de justificación.

¿Deben ser asuntos propios de la adolescencia la No violencia, el Racismo, los Derechos de la Mujer, el Maltrato Animal, la Paz, la Cultura, un Mundo Sostenible o los Derechos Humanos y como tales, tratados con el desprecio y el cinismo de la ignorancia adulta?

¿Qué clase de ciudadanos llegaremos a tener cuando éstos descubran que los pilares éticos largamente inculcados desde pequeños, lejos de existir, son dinamitados y ridiculizados constantemente por nuestros "representantes" y gran parte de nosotros mismos?

¿Otro cartelito para el día de la Constitución? ¿Unas florecillas de papel maché en el día de la Mujer? ¿Un mural de animales en extinción? ¿Una exposición de artes plásticas reivindicativa inaugurada por una majestuosa representante? ¿Acaso un ventajista concierto-tributo a las víctimas-verdugos?

La mecánica de la suplantación es capaz de poner en representación lo real simulado, el deseo de la libertad en cada uno de nosotros para alejarnos irreversiblemente de cualquier posibilidad de triunfo. Esa otra misma identidad, habitualmente soslayada, que cobra protagonismo inusitado en el marco de los efectos de nuestras sociedades capitalistas. Je (nous) est un autre...

viernes, 25 de marzo de 2016

Alumbre

La caja del diablo. Comunicación Audiovisual. Sitges. 2014



















Los elementos perfectamente perfilados que parecen surgir de la nada, porque el ser humano tiende a ningunear el esfuerzo de sus congéneres, cobran un brillo inusitado a causa del efecto contraste justiciero.
Así, de esa indeterminación, surge el día, como epifanía de un proceso que se prolonga a lo largo del tiempo y describe una grafía repleta de arabescos, recovecos de la existencia en forma de breaks destelleantes, en una bóveda acostumbrada al turbio smog de la mediocridad y la abulia. La rítmica trascendencia del goteo constante sobre un mar de ignominia, el pacífico remanso de la connivencia.