jueves, 10 de diciembre de 2009

El Túnel

















Es absurdo tener miedo cuando no hay miedo, se extravió en medio de la marejada, el ciclo de las mareas. Nadie aventurará tocar la propia sombra, tan oscura como la penumbra de la cueva, herencia obligada en fardos de escombros que se acumulan bajo los tobillos, descomposición en mil fragmentos del prístino andamiaje, roca pétrea fosilizada.
Pequeños fracasos domésticos, accidentes localizados en los intersticios de las esquinas de este hogar, evidenciando el vacío de la rutina, efecto amplificador que redobla la desnudez de unas paredes, reflejando esa consistencia de la nada. Testigos sordos de placenteros éxtasis sin epílogo.
Existe algo oscuro en cada una de ellas: ella, Elle, Él-Le. Un ciclo vital a todas luces extenuante. Estribillo: argumentación, discusión, recriminación, lamento, beso... Esas cuerdas que, en su pura identidad desaprensiva, se rompen hasta crear la realidad que queremos ver. No, los inconscientes no tienen conciencia de su desatino, o desvergüenza. Nos alejamos de los demás cuando la mirada es corta, caprichosa, egoísta, cínicamente irreflexiva. Aguas turbias, viciadas que osan cuestionar el omnímodo poder de una inteligencia sensata, condenada a transitar por carreteras secundarias. I chose.

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