lunes, 17 de enero de 2011

La mala hierba














David Lynch. "Lost Highway". 1997


Solía tener una teoría, la Teoría. De esas con denominación de origen, propias de la casa (aunque fundamentada en la sabiduría popular), que se repetía y repetía una y otra vez para solaz de uno mismo y tormento de mis queridos (y queridas) allegados. La sabia experiencia hablaba por boca de quien presuponía que una raposa siempre gozaría de una situación de privilegio, bien ganada, frente a la cándida alma desvalida, dada la condición diáfana de la actitud de aquella: una deseable transparencia del mal directa, ausente a priori, en la glauca inocencia de la segunda.

Esa teoría, tan persistente en la línea del tiempo, fracasó en cuanto se pudieron verificar los imponderables de los incontrolables sucesos, confundiendo modos y formas, cual efectos especulares triplicados, metamorfoseando el pasado en el presente, convirtiendo en gigantes viejas glorias denostadas y en ínfimas criaturas mórbidas, deformes aquellas burdas y grosseras verdades "de barrio", callejeras, disolviendo la exclusividad de la perversión en una indiferenciación a todas luces paralizante, un amplio espectro de grises existenciales que desacreditan la creencia maniquea que deviene certidumbre: el aliento de la vida o la supervivencia, según se mire.

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