La caja del diablo. Comunicación audiovisual. 2013 |
Perder la voz, afonía eufórica de un permanente estado de felicidad explicable, inteligible. Acaso las marcas del camino faciliten la certeza, la confianza en una verosimilitud muy pareja a la experiencia de lo real. Ninguna mancha o nubarrón destacable que empañe ese diáfano cielo extendido ilimitadamente, ningún coyuntural reflejo opaco que trastoque un estado de gracia ajeno a la vulgar podredumbre de la animosidad mundana, el recelo de los desafortunados. Esos que habitan de manera provisional o perenne en el otro lado.
Quizás los ojos de la experiencia se hayan vuelto condescendientes, quizás sepamos discernir, a estas alturas del proceso, lo verdaderamente esencial o valioso dentro de las limitaciones de cada cuerpo. El elixir de días fugaces que realimentan la brevedad en intensidad pasional veraz.
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