Adam Green & Binki Shapiro |
Deerhunter |
Llegó el gran momento musical anual, el que muchos esperaban "como agua de mayo" y si las predicciones auguraban lluvia lo cierto es que no cayó ninguna gota. Eso sí, un frío polar se apoderó del Fórum los días grandes del evento, un entumecimiento que se podría extender a la "nueva" política general de la organización, orientada a rentabilizar ese aumento desmesurado de público de los últimos años y al acusado olor a naftalina nostálgica que se repite con preocupante insistencia. Como contrapartida a la maximización de tanto espectáculo de masas, una actitud selectiva y sensata, calmada por prioridades afectivas de incalculable valor, a la hora de disfrutar grupos y puestas en vivo. Menos es más frente a un síndrome de Stendhal que amenaza con disolver la verdadera esencia, señal distintiva de uno de los festivales más prestigiosos de la península.
Por avatares de los medios de transporte, el jueves cayeron Wild Nothing, Savages, Tame Impala. En beneficio propio, soberbios los conciertos de Grizzly Bear, con su inmaculada orfebrería pop, directo sin fisuras y los siempre imponderables Deerhunter, presentando su reciente "Monomanía", derrochando energía en el escenario, desgranando clásicos entre suculentos platos nuevos.
El viernes, con tanta relajación, pasamos por alto a Mulatu Astatke (Oh my god!), la portuense Marina Gallardo, que pide a gritos un escenario y horario a la altura de su talento, y las abuelitas del rock, The Breeders… En el otro lado de la balanza, un placer volver a escuchar a uno de los grandes grupos de los últimos veinte años. The Jesus & Mary Chain, algo distantes, bastante envejecidos, desengrasados. No obstante, las canciones, auténticos hits noise-pop, trascendieron esa actitud "puro trámite" de la banda. De unos clásicos a otros. Blur ofrecieron un buen espectáculo vertebrado, como no podría ser de otra manera, en los grandes hits que jalonan su completa discografía, a pesar de la díscola distancia entre Damon y Graham. El bis estropeó un pre-discurso correctamente argumentado, equilibrado, con el evidente gancho estereotipado de "Song 2". Y si siempre hemos preferido a Fever Ray frente a The Knife, la última propuesta "nihilista" de los hermanos Dreijer se quedó en una suerte de permanente esperpento coreográfico que ocultaba su preocupante recelo escénico.
Del sábado se consiguieron aprovechar más réditos con los elegantes o vibrantes directos de The Sea & Cake y Liars. El clasicismo tan ruidista como inmovilista de My Bloody Valentine o Los Planetas y su ya antológica bajona eXistencial. La incombustible mise en scène de ese macho alfa llamado Nick Cave (una suerte de Chiquito de la Calzada motero), obviando en buena parte la oportuna calma de su última entrega. El lirismo prometedor de Melody Echo Chamber (deudora de Stereolab o Broadcast) o la sabia excelencia de unos Dead Can Dance regidos por un Brendan Perry colosal con un "Song to The Siren", a modo de epílogo, inenarrable. Si hubiera que hacer una elección sintética, nos quedaríamos con el siempre animoso Adam Green, abrigado por la magnética voz de Binki Shapiro, que supo ofrecer un concierto, en una muy saludable onda hazlewoodiana, perfecto en forma y fondo. Algunas pinceladas de aire fresco, renovado para un evento cargado en exceso de demasiadas sombras del pasado (más que primavera, un otoño perenne en re-uniones), engordado con un público cada vez menos sediento de selección (de selecta) musical, enroscado en una espiral de aumentos de precios de dudosa pertinencia, con un criterio de ubicación de escenarios en parte fallido. Quizás la nueva noria instalada en el recinto represente el signo de los tiempos, todo parece girar tristemente en ese sentido.
Primavera Sound'13. Barcelona. Mayo 2013
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