Pawel Kuczynski. |
Gente que sonríe por la calle, una sonrisa a medias, contenida, glauca a los reflejos del rectángulo que miran absortos. Pareciera que se tratase de una divinidad luminaria que rigiera sus destinos.
Sonríen con cierta lentitud, como si no estuvieran del todo convencidos de su aparente dicha. Algo cabe de esperanza en sus ojos, abiertos a la mitad, quizás conscientes de lo efímero de su condición.
Sonríen, sí. Una sonrisa pálido reflejo de su propio reflejo, ajenos temerariamente al vertiginoso movimiento que en su derredor no parece tener fin, que tampoco parece vaticinarles un aliento de futuro, admonitorio de la fragilidad e inconsistencia de su amago de sonrisa.
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