sábado, 8 de junio de 2019

Iceberg

Philippe Garrel. "L'amant d'un jour". 2017





















Lo que queda oculto y desconocido, lo que no llegamos a ver del todo del todo, tiende a ser una parte determinante de la aprehensión del hecho.
Tan sólo si pudiéramos ser testigos invisibles de ciertos acontecimientos, acertaríamos a entender (mejor), en su completa magnitud, la realidad de las cosas, el intrincado cosmos de la mentalidad del otro.
Un agente cinematográfico externo, una suerte de stalker, que nos desvelara lo que no se ha visto, lo que no se ha dicho, lo que ha quedado sepultado bajo el manto de la ignorancia, el desconocimiento, el secreto o la mentira (la savia de la irresponsabilidad), revirtiendo la misma distancia espacio-temporal.
Mientras tanto, manejamos fragmentos que, merced a la casuística, nos legitiman un dictamen de las cosas aparentemente sólido en su superficie, un jirón de un gran tapiz repleto de gamas cromáticas y densas tramas de trazados de geométrica variable.

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