Jean-Luc Godard. “La chinoise”. 1967
La Historia, más que escribirse, se imagina, sublima, reinventa y la sociedad parecer estar más de acuerdo con esa versión sesgada de los hechos que con una real aspiración de objetividad.
El espejismo o ilusión de una presunta objetividad queda en manos de unos pocos investigadores, capaces de abstraerse de sus propios pre-juicios, de caminar al margen de las presiones del gran grupo, conscientes de sus limitaciones. El resto del mundo queda abocado, pasivamente, a la admisión de lo que se quiera admitir.
La objetividad no existe, es una aspiración, una voluntad y la utilización del lenguaje ya trampea esa ilusión. No obstante, como tan futurible, es una única posibilidad de cierta iluminación que trascienda lo ilusorio. Iluminada ilusión de la ilustración.
"Una minoría en la línea revolucionaria correcta ya no es una minoría".
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