viernes, 23 de abril de 2010

Olor a naftalina


















Antonio D. Resurrección. s/t. 2008


Al igual que ha ocurrido con el arte realizado por mujeres, existe una consciente y premeditada exclusión social de lo contemporáneo en su más amplia acepción. Este planteamiento paradójico tiene su sublimación en las manifestaciones presuntamente culturales (folklorismo versus folklore) del Sur, donde la degeneración de la" Historia" de la Cultura suplanta, "ad eternum", cualquier manifestación contemporánea, en una acción totalitaria e inmovilista. Hasta tal punto, que las mismas estrategias culturales locales, presuntamente "renovadoras", terminan planteando discursos reaccionarios y sumisos (el guiño "simpático"), frecuentemente asociados a una tradición pictórica trasnochada, agrisada por el peso de la historia, en una evidente búsqueda del aplauso social (local) como subterfugio de prioridades espúreas, crematísticas.

La Cultura nunca podrá ser suplantada por la Historia de la Cultura. Ninguna civilización, ideología, lengua o manifestación artística ha permanecido inalterable en el transcurso de los tiempos. La permeabilidad de la misma, bien entendida, es un signo de progreso (bien entendido) y garantía de saludable pervivencia legítima cultural.

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