jueves, 2 de febrero de 2023

Criminal

 
Jean Louis Roy. “L’inconnu de Shandigor”. 1967

“To say the things I want to say to you would be a crime
To admit I'm still in love with you after all this time”

“… Tu cherches quoi, rencontrer la mort?
Tu te prends pour qui?
Toi aussi, tu détestes la vie?

Dance in bars and restaurants
Home with anyone who wants
Strange he's standing there alone
Staring eyes chill me to the bone…”

Existe un cierto tipo de delito a todas luces execrable, de los que no tienen eco judicial, apenas siquiera trascendencia social. No son manifestados, no son verbalizados, ciertamente no existen.
La tradición en lo traicionable. El atávico esquema de ineptitud espuria, el desánimo crónico en la condición humana que conllevaría crímenes de lesa humanidad para quienes lo provocaran. Aquella abrupta interrupción del sueño de la razón, del sueño del idealismo pragmático, de la fiducia plena en el otro, una tan despiadada como real conclusión inefable. La re-conciliación imposible en diferido incapaz de transmutar en perdón. Los efectos y consecuencias colectivas de semejantes fechorías no son cuantificables, pero sí verificables.

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