lunes, 25 de enero de 2016

Cantinela
















No deja de ser una pena que nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, alternativos andaluces tengan que emigrar, puntual o definitivamente, hacia latitudes más propicias en busca de actividades, eventos y festivales musicales más competitivos y enjundiosos. Una "movilidad exterior" cultural, como así lo denominó esa suerte de ministra-de-la-que-usted-me-habla, macerada en décadas de ombliguismo autocomplaciente envarado en la rémora de la Cultura como museo decimonónico dieciochesco. De la rocambolesca migración autonómica a la migración nacional.

Una falta atribuible, sí, a todos y cada uno de nuestros políticos y políticas culturales, de nuestros gestores culturales y organizadores de eventos, porque las escasas excepciones confirman la regla, pero, también, es falta nuestra en la dirección de una actitud pusilánime y conformista. Es falta en esa disposición desdeñosa, animosa y envidiosa de todo aquello que no hemos sabido conseguir y que ansiamos a boca pequeña. Si más duro fue pedir, más duro será robar.

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