domingo, 21 de julio de 2019

De-mente

Michelangelo Antonioni. “Il deserto rosso”. 1964















Resulta tan asombroso como escalofriante la ingente cantidad de personas (conocidas y desconocidas) que padecen trastornos sicológicos y patologías psiquiátricas. Más allá de las sico-geografías particulares, esto tendría que ser una llamada de atención para que el Estado, los agentes sociales, la sociedad y nosotros mismos, reflexionáramos sobre el tipo de comunidad que parece que estamos construyendo. El que está construyendo el mundo tecno-financiero post-capitalista, con nuestro connivencia, desinterés y pasividad.

Si como expresa Bifo, el futuro se decide “en la esfera psíquica, lingüística y tecnológica”, entonces, debe residir en nuestras manos una cuota de responsabilidad que tendríamos que rentabilizar al máximo. Recuperar la plena consciencia (percibir y reconocerse en la propia realidad), la consciencia extraviada, a pesar de las contraindicaciones: “estar-en-el-mundo”. Una suerte de Dasein como legítimos ciudadanos, todavía más como verdaderas y genuinas personas.

En las antípodas de ese compromiso estaría la evasión anestesiante a través de paraísos artificiales (recetados o auto-recetados) que lo único que posibilitan, en la mayoría de los casos, es el agravamiento de los traumas y el alienamiento, a cambio de destellos de una hipotecada y efímera felicidad impostada, post-dumb-verdad.

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