viernes, 25 de octubre de 2019

Fantasía

 
Andréi Tarkovski. Nostalghia. 1983

Abocados a meras aproximaciones a la realidad, a vacuas contingencias sentimentales, a provisionales modos de empatía conceptual, a caprichosas elecciones generales que determinan los días, las semanas, la ruta vital. Como libros que se dejan a la mitad, como películas que se visualizan entrecortadas por el imperioso deseo del sueño. Un sueño que se erige en el paradigma de la sociedad post-capitalista pero un sueño alejado de cualquier alternativa de verosimilitud. Coitus interruptus.
Porque si una experiencia pertenece a la vida y esa totalidad está presente en ella misma, la experiencia actual hace aguas por todos lados, una bolsa mil veces agujereada, efecto de la incomprensión, la estulticia, el poco espacio entregado a la reflexión y la serenidad.
La fantasía es dueña y señora de casi todos los actos y, dentro de esta fantasía, una cohorte de fantasmas espectrales que fantasean con la posibilidad del placer inmediato, milisegundos de gozo, short cuts de algo aproximado a un momento de aciaga felicidad, que traen consigo una serie de efectos colaterales destructores de cualquier opción sublime, de trascendencia de lo cotidiano en algo dolorosamente bello.
La pérdida de los sentidos en el sinsentido, las consecuencias de fantasear con fantasmas. Un mundo inmaterial vacío de consistencia, como epígono de un sistema materialista. Placer mojado, sin pulsaciones, sin temperatura, sin pálpito carnal. La recompensa de los despojos: prístina basura. Espeluznante y lacerante. Do ut des.

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