lunes, 7 de octubre de 2019

Lumínica

 
La caja del diablo. Comunicación audiovisual. Madrid. 2019

Habitar el hábito, la rutina que distrae la mente y ejercita el espíritu. El espacio de lo doméstico es el terreno de lo conocido difícilmente reversible, por más imponderables que surjan. Esos accidentes forman parte de las variables que ordenan la escaleta del día a día.

El hogar es el entorno sacrosanto extensión de uno mismo, un apéndice que reverbera tu identidad. Nada de ostentación de bibliotecas, valiosas obras artísticas ni teorías enquistadas en el papel. Las grietas, las imperfecciones, los elementos ajados son parte de uno mismo y los visitantes forman contingentes de una idiosincrasia apenas vulnerada. Cuando el hogar llega a exhalar el humor de lo reconocible, entonces la vivienda se convierte en el espacio que determina tu destino, una relación inevitablemente amorosa de intrincados tentáculos que te impiden ver más allá de lo razonable, lo sensato.

Vine para quedarme. Como en casa no se está en ningún sitio: el abrigo y protección de lo próximo, de lo íntimo, el refugio atomizado. Mi gran amor, mi hogar, testigo de sonrisas y estrepitosos fracasos, de la corriente vital que fluye bajo los pies. Aquí y en la luminosa Hispalis. Al sur, al sur, plena luz sobre las sombras, política de balcones abiertos, defenestraciones, sobre las inextricables contradicciones existenciales, el after punk descolorido, la actitud vulnerada, el hambre de un canijo, el privilegio de un esforzado hombre. Luz, más luz.

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